Por Perla Sofía Curbelo Santiago

Por fin me pude sentar a escribir luego del huracán María.

Como a todos en Puerto Rico, el huracán trastocó mi sentido de normalidad, mis proyectos profesionales y mi ánimo. Pero aquí estamos, porque ‘cada día trae su afán’.

Atardecer post huracán María. Foto: Perla Sofía Curbelo Santiago

Tengo techo, agua, y recientemente llegó la energía eléctrica a mi casa. Una fortuna que todavía, a más de un mes del evento atmosférico, la mayoría de la población no ha podido experimentar al unísono.

Aparte de compartir cómo estoy, quería aprovechar y compartir mi proceso de preparación, y eventual recuperación, con este fenómeno en particular.

Sabía que ante la magnitud de este ciclón, perdería árboles y plantas que por muchos años cuidé.

Sin embargo, hice todo lo posible por asegurar lo más que pudiera. Movilicé tiestos pequeños dentro de la casa, los tiestos grandes y pesados, como el de guayabo y el de higo, con dolor en mi alma, los dejé fuera. Apilé los tiestos de barro vacíos y los cobijé en áreas seguras.

Me preocupaba mucho mi árbol de limón. Estaba frondoso y lleno de limones. Estaba sujeto por todos lados. Le coseché, y cuando ya sabía que no le volvería a ver sino hasta después que pasara el huracán, le susurré: “resiste”. Y así lo hizo.

El embate del huracán

Durante el embate de los fuertes vientos del huracán María, pasamos (incluyendo a mi perro Rocco) del dormitorio al comedor. La odisea terminó con todos (mi marido, el perro y hasta mis vecinas) en el pasillo  de nuestro edificio.

Aunque vivimos en un primer piso de un walk up, nuestras ventanas de seguridad no tenían tormenteras, así que temíamos que un árbol u otro objeto chocara contra alguno de los cristales. Gracias a Dios, no sucedió.

Según iba aclarando el día, y mientras María azotaba, podíamos escuchar cómo se iban partiendo las ramas de los árboles de la vecindad.

A través de las puertas de cristal del pasillo comunal, vi como la furia del viento inclinaba casi hasta el suelo a uno de los árboles [cepillo de botella (Callistemon citrinus)] que estaba frente al edificio. Un árbol de casi 30 pies de alto. Lo perdimos completamente.

Pensaba en mi familia, en donde estarían los pájaros, en cómo quedaría el paisaje familiar, en la agricultura de mi País… en todo a la vez. Y mientras pensaba en todo ello, trataba de tener un plan para cuando fuera seguro salir.

Momento para reflexionar sobre la importancia de la reforestación del País. Foto: Perla Sofía Curbelo Santiago

El inventario después del huracán

Después que pasó ‘el peligro’, el día estaba grisáceo. Como si el viento hubiera soplado el color hacia otro destino. Este no era el paisaje del que me había enamorado cuando decidimos mudarnos a la casa el pasado año.

Todavía quedaban ráfagas, aunque menos fuertes. Fui a mi dormitorio para mirar por la ventana y ver en qué condiciones había quedado el árbol de limón. Si en efecto, aún estaba en el patio o había volado dejando atrás las amarras que lo mantenían de pie.

Pero allí estaba, machucado y recto. No tenía ni una sola hoja. Como él, los tres cafetos que había dejado fuera, el higo y el guayabo. De lo único que estaba segura en ese momento es que sus hojas crecerían nuevamente. Solo tendría que ser paciente.

Así quedó el árbol de limón luego del huracán. Foto: Perla Sofía Curbelo Santiago

A levantar nuestra comunidad

Lo primero que hice fue ponerme a recoger los tablones plásticos de la verja de mi patio, los cuales salieron volando; me puse a barrer hojas y amontonar las ramas y pencas de palmas que cayeron en los alrededores. Miré y toqué con mucha tristeza aquellos árboles que en su momento nos regalaron sombra y refrescaron los días más calurosos del año.

Agradecí que los daños a la propiedad fueron mínimos. Teníamos un techo y también teníamos agua. Al día siguiente, y desde bien temprano, agarré mis tijeras y serrucho de mano, y junto a otros vecinos, me puse a podar y a mover aquellos árboles que estaban obstaculizando entradas o que habían caído sobre portones.

Cargamos y apilamos troncos, y todo aquel material vegetativo para que no obstruyera la carretera y mucho menos tapara el alcantarillado, porque detrás del huracán vendrían los días de lluvia.

Muchos vecinos se encargaron de cortar y apilar el material vegetativo. Foto: Perla Sofía Curbelo Santiago

De alguna manera, ayudar a las brigadas municipales cuando ya fuera seguro recoger los escombros y materiales insalvables tras el huracán.

Quedó validado que luego de las tormentas tu relación con los vecinos cambia por completo. La mía se transformó positivamente a una abierta y de mucho apoyo para los próximos días y semanas, que en ese momento no sabíamos que serían los más retantes.

El huracán y la agricultura

El Secretario de Agricultura de Puerto Rico (Carlos Flores) compartió a principios del mes de octubre que las pérdidas en el sector agrícola podrían sobrepasar los $2,000 millones. Apenas dos semanas antes, el País también había sufrido el paso del huracán Irma. Los agricultores y agricultoras del País perdieron cultivos como café, plátanos, farináceos y frutas. Además de animales y gran parte de la infraestructura agrícola.

Esto sin todavía sumar a las pérdidas otros en el sector, como lo son los viveros, mercados agrícolas y centros de jardinería.

La recuperación

En lo que retomaba el trabajo, aproveché e hice de todo en mi casa. A los pocos días del huracán hice un inventario de mis plantas y de las semillas que tenía. Me dediqué a preparar semilleros, a podar, mover tiestos y a trasplantar.

Recuerdo mi cara de felicidad cuando por fin, al día 21, empecé a ver los retoños del árbol de limón, los cafetos, el higo y el guayabo. Los semilleros ya habían germinado, y empezaba a distinguir mejor el verde chatré en el paisaje. Los pájaros se sumaban poco a poco.

Plántulas de tomate a pocos días del paso del huracán. Foto: Perla Sofía Curbelo Santiago

El mejor signo de progreso es la naturaleza. Y ahora más que nunca es el momento de comprometernos con ella. Hay mucho trabajo por hacer en el País.

Así se veía el árbol de limón 21 días después del ciclón. Foto: Perla Sofía Curbelo Santiago

Sin duda, la reforestación comienza en nuestro patio. Pero también en la medida que nos sea posible podemos ayudar dándole la mano a nuestros vecinos en ese proceso. Podemos servir de voluntarios en la limpieza y siembra de nuestros parques y jardines urbanos.

Si no cuentas con el tiempo, siempre puedes donar dinero a organizaciones que están trabajando directamente en las comunidades para este propósito. Ejemplo de ello son: Para La Naturaleza y Visit Rico, entre otras.

Recuerda visitar tu centro de jardinería para apoyarles y mantenerlos abiertos. Aunque sea para comprar una bolsa de tierra o plantas para la transformación de tus espacios exteriores e interiores.

Apoya los centros de jardinería para que se mantengan operando. Foto: Pixabay.com

El impacto de este huracán aún no ha terminado. Todavía tenemos comunidades con problemas de comunicación, suministro de alimentos, acceso al agua potable, sin electricidad y en aislamiento porque sus caminos están destruidos.

Tenemos mucho trabajo por delante, como País y sociedad.

Y si en algún momento sientes que la frustración, el coraje y las ganas de llorar se apoderan de ti, sal al patio o  donde quiera que haya un espacio de tierra; agarra una pala o unde tus manos en la tierra y deja salir todo lo que llevas dentro.

Te aseguro que la sensación de alivio vendrá.

¡Eso es así! Foto: Perla Sofía Curbelo Santiago